Días de sol. Días nuevos. Días diferentes. Días de una nueva vida: llena de sol, de nuevos amigos y viejos amigos.
Días de hacer hoyos infinitos en la arena queriendo que lleguen a Shangai, pero que las olas revolucionadas a mil deshacen en segundos.
Y volver a empezar.
Días de reencontrar a dos hombres en esta nueva vida. Y reencontrarlos de forma revolucionada como las olas. Y también suavecito, sin obligaciones, simplemente acomodándonos, ellos conmigo y yo con ellos. Los dos hombres de mi vida hasta el día que deje de respirar.
Y uno de esos días, la GranD me reinventa como una sirena, y la encuentro yo como una princesa dulce por dentro envuelta en una coraza de femme fatal de los años treinta, acompañada siempre por su gran guardian con cara de bondad.
Días en que la Gran Yazmin, con su frágilisimo y tatuadisimo cuerpo no hace mas que mostrarme su grandísimo corazón.
Y días de volar papalotes. De encontrar una nueva pasión de una tarde. De dos o de tres. De volarlos, o ver a los hombres de estos días de sol volándolos. De sentirlos tensamente en el aire. De tener que jalar el cordón cuando empiezan a dar vueltas en picada. Con el sol poniéndose detrás.
Con figuras que te ven con sus ojos de nailon desde el cielo, donde quisera por un segundo cambiarme por esa serpiente oriental, que ella me dirija desde el suelo, y yo verla desde el cielo.
Los días de la nueva vida, son dias que parecen no terminar, sino convertirse en uno largo, que dura una eternidad que tiene varias noches, amaneceres y atardeceres de por medio.
Con un kit para los cuarenta. Pero poco a poco.
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