Llegaba dando pasos tan firmes que parecía que la arena no se sentía merecedora de sus pasos.
La Yeya es una hermosa y grandiosa mujer. Es una mujer a la que la misma vida le brinda respeto y admiración.
Llega con una palangana desbordando camarones y mejillones a prepararnos platos y platos con docenas enchiladas de unos y otros mientras platica sin parar.
Y sin previo aviso, se sentaba en una silla a fumar un cigarro y tomar una coca cola light. Su celular sonaba de repente con un pitido infernal a decibeles increíbles. Y nos contaba historias del mar y de la playa. Y hubo una que me sacó carcajadas.
Cuando estaba muy barrigona de su hijo de veintidos años, se metió al mar y una ola la aventó y casi le saca al niño. Lo que si perdió con esa ola fué una larga cadena de oro con un dije que su esposo le regaló el día de su boda que decía: Eve Discoteque Acapulco.
Dos meses después, el mar subió y subió, y trajo muchas cosas a la playa.
Yeya dice que siempre trae oro y dinero. Todo lo que se les cae a los clientes.
La mamá de su amiga, la que vende pareos, encontró una cadena que tenía un dije que decía: Eve Discoteque Acapulco.
Se la quedó porque se la encontró en el mar.
El mar se la regaló.
Aunque dijera Eve Discoteque Acapulco y tuviera la misma cadena que a La Yeya le colgaba unos meses antes.
Todo esto lo platicaba mientras yo no dejaba de mirar los tatuajes que tiene en la enorme pierna derecha y debajo del cuello, y las cinco o seis perforaciones en cada oreja con aros, diamantitos y oros multicolores.
La Yeya, camina con los pies bien puestos sobre la tierra. Ha hecho lo que ha querido con la vida, y por eso la vida la respeta.
La Yeya es dueña y Diosa de su playa.
Me regaló historias, me regaló sonrisas, me regaló una bolsa por mi cumpleaños, me regaló abrazos y me regaló un "te quiero" cuando me despedí de ella vía celular con un mensaje.
Un "te kiero", moderno, jovial y cariñoso desde el fondo de su corazón de Diosa.
Quiero ser como La Yeya, y caminar con los pies bien puestos sobre la tierra.
Pero cuando lo veo venir, lo siento y lo presiento, no puedo mas que empezar a caminar de puntitas.
El cielo y la Luna y las nubes me empiezan a llamar.
Aunque sea solo la punta de los dedos la que quede bien puesta sobre la tierra.
Con esa basta para no perder la razón cuando se me empieza a dibujar una sonrisa en espiral en la cara.
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