viernes, 16 de abril de 2010

Ajá


De la RAE

ajá.

1. interj. coloq. U. para denotar satisfacción, aprobación o sorpresa.


Mi amiga, la consultora sentimental y sexual por excelencia, de placeres y de tristezas, de ritos, conjuros y banalidades, que sabe que es mi hermana por elección en ésta vida, la única de la que estoy consciente, y ella también, dice que ocasionalmente debemos tener "Momentos Ajá".

Ella los tiene en la regadera mientras se lava la esponjosa cabellera. Y luego diseca el Ajá, lo racionaliza, lo somete a juicio, dá un veredicto, lo procesa y lo traslada a la realidad y lo reacomoda en su presente y lo adapta a su futuro.

Ayer en la noche, aunque aún era de día, tuve un momento Ajá que me llegó en el coche estacionada en la calle de Ave María mientras escuchaba "Dream a little dream of me".

(Esto de los sueños no me ha dejado en paz los últimos tiempos que han sido breves cuatro dias y parecen dos siglos).

Mis filosofías se han basado en el no esperar nada y sorprenderme de todo. Pero ayer el Ajá, que me duró aproximadamente veintidós segundos, me dijo que no podía contigo, que me rebasabas acompañado de una especie lágrimas atoradas que no sé si me subían del pecho o me bajaban de los ojos hacia un lugar desconocido que creo suponer es el alma.

No puedo inspirarme con algo inasible aunque tenga otras vidas haciéndolo. No puedo si no es algo tangible, algo pequeñamente real.

(tengo que procesar y someter a juicio si ese es el punto de inspiración, porque quiero extrañarte y ya no te extraño, quiero recordar tu cara y solo recuerdo pedazos)

Es por eso que las Diosas no deben tener relaciones de ningún tipo con los terrenales, aunque estos se piensen o se crean la conexión de la tierra con las Diosas del Universo.

La Diosa siempre sale mal librada de esos asuntos.



jueves, 15 de abril de 2010

Los pies sobre la tierra

Su visita diaria era el parteaguas entre la mañana y la tarde.
Llegaba dando pasos tan firmes que parecía que la arena no se sentía merecedora de sus pasos.

La Yeya es una hermosa y grandiosa mujer. Es una mujer a la que la misma vida le brinda respeto y admiración.
Llega con una palangana desbordando camarones y mejillones a prepararnos platos y platos con docenas enchiladas de unos y otros mientras platica sin parar.

Y sin previo aviso, se sentaba en una silla a fumar un cigarro y tomar una coca cola light. Su celular sonaba de repente con un pitido infernal a decibeles increíbles. Y nos contaba historias del mar y de la playa. Y hubo una que me sacó carcajadas.

Cuando estaba muy barrigona de su hijo de veintidos años, se metió al mar y una ola la aventó y casi le saca al niño. Lo que si perdió con esa ola fué una larga cadena de oro con un dije que su esposo le regaló el día de su boda que decía: Eve Discoteque Acapulco.

Dos meses después, el mar subió y subió, y trajo muchas cosas a la playa.
Yeya dice que siempre trae oro y dinero. Todo lo que se les cae a los clientes.
La mamá de su amiga, la que vende pareos, encontró una cadena que tenía un dije que decía: Eve Discoteque Acapulco.
Se la quedó porque se la encontró en el mar.
El mar se la regaló.
Aunque dijera Eve Discoteque Acapulco y tuviera la misma cadena que a La Yeya le colgaba unos meses antes.

Todo esto lo platicaba mientras yo no dejaba de mirar los tatuajes que tiene en la enorme pierna derecha y debajo del cuello, y las cinco o seis perforaciones en cada oreja con aros, diamantitos y oros multicolores.

La Yeya, camina con los pies bien puestos sobre la tierra. Ha hecho lo que ha querido con la vida, y por eso la vida la respeta.
La Yeya es dueña y Diosa de su playa.

Me regaló historias, me regaló sonrisas, me regaló una bolsa por mi cumpleaños, me regaló abrazos y me regaló un "te quiero" cuando me despedí de ella vía celular con un mensaje.
Un "te kiero", moderno, jovial y cariñoso desde el fondo de su corazón de Diosa.

Quiero ser como La Yeya, y caminar con los pies bien puestos sobre la tierra.

Pero cuando lo veo venir, lo siento y lo presiento, no puedo mas que empezar a caminar de puntitas.
El cielo y la Luna y las nubes me empiezan a llamar.
Aunque sea solo la punta de los dedos la que quede bien puesta sobre la tierra.
Con esa basta para no perder la razón cuando se me empieza a dibujar una sonrisa en espiral en la cara.

miércoles, 14 de abril de 2010

El sueño en la realidad


Los deseos están hechos.
No dejaré de ser Diosa.

Shakespeare me lo dijo hoy en la mañana cuando despertaba a mi lado:

"Let me not to the marriage of true minds
Admit impediments. Love is not love
Which alters when it alteration finds,
Or bends with the remover to remove:
O no! it is an ever-fixed mark
That looks on tempests and is never shaken;
It is the star to every wandering bark,
Whose Worth's unknown, although his height be taken.
Love's not Time's fool, though rosy lips and cheeks
Within his bending sickle's compass come;
Love alters not with his brief hours and weeks,
But bears it out even to the edge of doom:
If this be error and upon me proved,
I never writ, nor no man ever loved.
"

martes, 13 de abril de 2010

El sueño inventado


Mientras veías las olas ir y venir, y yo te miraba el perfil, me contabas otra vez la historia de nuestras cuarenta y nueve vidas.

Decías que en una vida fuimos felices. En otra no dejamos de estar tristes. Hubo una en la que te maté de una cuchillada en el corazón y otra en la que me envenenaste con mejillones que tu mismo habías pescado. En otra nos lloramos por veintidós años. La vida mas larga que tuvimos fue hace tres siglos por tres en medio de un frío bosque. Ese bosque donde hay árboles tan altos donde puedes trepar al cielo y tocar las nubes.

Esos árboles de donde me ayudé a bajar de la Luna una noche que sentí que me llamabas.

Tu halcón llegó volando y me dijo que buscabas a una Diosa con espirales y esas eran mis marcas de nacimiento. Y yo no lo pensé dos veces, ni regresé a despedirme de mi Luna, sabía que de todos modos me cuidaría aquí abajo, de donde salen las raíces de estos, tus árboles.

Desde entonces, durante muchas vidas, hemos estado juntos.
Hemos pasado noches en playas y días eternos en bosques.
Hemos inventado colores.
Hemos sentido y creado palabras. Nos las hemos dicho al oído mientras con la lengua saboreamos una y otra vez nuestras pieles.
Nos hemos acariciado noches tan largas que en realidad han sido demasiado cortas.
Nos hemos besado en atardeceres que detenemos para que duren mas los besos.
Pero nuestros momentos favoritos siempre han sido los amaneceres, donde siempre detenemos un latido y una respiración el uno del otro.
Nos hemos soltado las manos por días enteros sin querer vernos siquiera, nos hemos abrazado. Hemos llorado a la distancia, por otros, por nosotros, por nuestros pasados y por los futuros también. Por los hijos que tenemos que nunca han sido nuestros.
Nos hemos sufrido y extrañado a nuestra manera, nunca igual, siempre cambiante porque somos enemigos de las monotonías.

Siempre libres. Como Diosa y como Druida.

Por siglos.

Hemos hecho y vivido todo lo que se necesita para amarnos, pero nunca, en ninguna de nuestras vidas, lo hemos hecho.
Nos hemos tenido miedo. Así hemos creído sentir felicidad.

Pero, seguías diciéndome cuando llegaba la ola mas grande, la novena ola: si tu lo conjuras a la Luna, que es tuya y de nadie mas. Si haces el rito de cada veintiocho días, y lo deseamos desde el fondo de nuestras almas, podremos amarnos.
Y eso solo será si decidimos dejar de ser Diosa y Druida, para pasar a ser simplemente mortales.
Pero somos tan petulantes, que nunca dejaremos de ser Diosa y Druida, por todas nuestras vidas. Por todas nuestras eternidades juntos. Siempre.

lunes, 12 de abril de 2010

Lea


Lea tiene once años.
Es una niña-mujer-franco-catalana, que nació en Suiza (tiene alma suiza, dice su padre), vivió en Shangai y ahora en México. En un año estará viviendo en la India.
La conocí y me sedujo.
Me hubiera gustado ser como ella a su edad. O tal vez ya no lo recuerdo, y yo era como ella a su edad.
Tiene nombre de princesa, pero no le gusta que se lo digan.
Tiene ojos con expresión de reina, y en el fondo lo sabe.
Tuvimos varios acercamientos, breves pero intensos. Me preguntaba cosas importantes y otras no tanto. Sabíamos, sentíamos que había esa conexión invisible entre las dos.
Bajaba al mar, a las olas y ella me acompañaba. Las mirábamos, las sentíamos, y a veces cruzábamos algunas ideas.
Además, se enamoró secretamente de mi hijo.

De todo lo que platicamos, hay algo que quedó grabado en mi memoria. Me lo dijo con ese acento que ni es catalán, ni francés, ni suizo, pero que intenta ser mexicano:

"Mira, yo no se que ha pasado. Yo recuerdo cuando era pequeñita, que veía a mi papá enorme. Y cuando me cargaba, sentía que el espacio entre el piso y yo, era inmenso, y nunca sentí que me fuera a caer...Pero ahora que he crecido, la verdad es que no sé si lo que ha pasado, es que mi padre se ha encogido..."

No le respondí, solo le sonreí, y toqué su cabeza, realmente habiendo querido abrazarla y reírme con ella de sus crecimientos, tan incomprensibles para ella, a sus once años.

domingo, 11 de abril de 2010

Lluvia


Llego y llega la lluvia conmigo. Fugaz como la estrella que ví hace dos noches, lenta, cruzando el cielo.
Llego y me topo con la realidad que dejé olvidada.
Todavía no entra de lleno a mi, pero me está llamando quedo.

Y, aunque todos los recuerdos y memorias recientes están bajo llave, la tuya quiere salir.

Me sigue llamando, y la verdad, es que hago como que no escucho.

sábado, 10 de abril de 2010

Volar papalotes


Días de sol. Días nuevos. Días diferentes. Días de una nueva vida: llena de sol, de nuevos amigos y viejos amigos.
Días de hacer hoyos infinitos en la arena queriendo que lleguen a Shangai, pero que las olas revolucionadas a mil deshacen en segundos.
Y volver a empezar.
Días de reencontrar a dos hombres en esta nueva vida. Y reencontrarlos de forma revolucionada como las olas. Y también suavecito, sin obligaciones, simplemente acomodándonos, ellos conmigo y yo con ellos. Los dos hombres de mi vida hasta el día que deje de respirar.

Y uno de esos días, la GranD me reinventa como una sirena, y la encuentro yo como una princesa dulce por dentro envuelta en una coraza de femme fatal de los años treinta, acompañada siempre por su gran guardian con cara de bondad.
Días en que la Gran Yazmin, con su frágilisimo y tatuadisimo cuerpo no hace mas que mostrarme su grandísimo corazón.

Y días de volar papalotes. De encontrar una nueva pasión de una tarde. De dos o de tres. De volarlos, o ver a los hombres de estos días de sol volándolos. De sentirlos tensamente en el aire. De tener que jalar el cordón cuando empiezan a dar vueltas en picada. Con el sol poniéndose detrás.
Con figuras que te ven con sus ojos de nailon desde el cielo, donde quisera por un segundo cambiarme por esa serpiente oriental, que ella me dirija desde el suelo, y yo verla desde el cielo.

Los días de la nueva vida, son dias que parecen no terminar, sino convertirse en uno largo, que dura una eternidad que tiene varias noches, amaneceres y atardeceres de por medio.
Con un kit para los cuarenta. Pero poco a poco.