miércoles, 19 de mayo de 2010

La fuente de los deseos


Estoy sentada en la banqueta de mi edificio.
Pensando y recordando.
Fui a la inauguración de la fuente de los deseos.
Me reí con mis hermanos, tome vino, comí muchos
merengues con frambuesas.
Iba entaconada, con mi rebozo de seda oaxaqueño
que tanto me gusta y mi cruz de Brigida en el cuello.

Y al salir de ese edificio que tanto ha significado
para mi familia durante generaciones, me topo con una
sonrientísima luna en cuarto creciente a la que le
sonrío de vuelta y me siento feliz de habértela
regalado un día porque es tan clara y honesta
e ilumina tan bien los caminos desde el cielo.


Y siento que estoy empezando a encontrarme...
La energía en mi cuerpo y alma se empieza a
mover de tal forma, que me gusta...

Eso le pedí a la fuente de los deseos la ultima vez
que estuve allí.
Ese día que todavía seguían arreglándola para que
quedara tan bonita anoche, ese día que la
ví sola con mi papá, y la fotografiamos antes
de anoche...
Para que todos los mortales, como yo soy siempre,
aunque a veces me sienta otras cosas,
pudiéramos pedir deseos que nos hicieran sonreir.

domingo, 9 de mayo de 2010

Flor


Flor dijo que soy una hechicera.
Pero como soy principiante y tenía cierta ceguera temporal, no me había dado cuenta de eso.

Hay cosas con las que simplemente no comulgaba. No les abría la puerta ni por equivocación. Vedadas de nacimiento en mi mente. Prohibidas por mi esencia.

Pero Flor me dió la llave y me dijo: "Usala como quieras y cuando quieras, yo estoy aquí para enseñarte, y lo haré aunque no has querido que lo haga hasta hoy"

Y entonces entré de lleno en la Noche Oscura de San Juan de la Cruz:

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía

ni yo miraba cosa,

sin otra luz ni guía

sino la que en el corazón ardía.

Esa fué el primer cuarto de vuelta de la llave que me dió Flor.
Esa noche oscura, cuando no sabes si la Luna acaba de menguar o empieza a nacer, a crecer.
Así de oscura, es esa noche oscura...
Pero, termina al día siguiente, con la Luna empezando a crecer.
Y entonces deja de ser oscurísima.

(Flor es otra hechicera. Mas poderosa que nadie por el simple hecho de ser dulce y calmada. Estar en paz, y solo querer que el mundo entero esté en la misma paz que ella.)

lunes, 3 de mayo de 2010

El número 4


Domingo, y estoy parada en el quicio de la puerta. Tengo la reja negra, fuerte y elegante que mandó hacer el artista de los ojos azules para tener mas seguridad a mi espalda.
Veo al frente, el edificio, luego la calle, y terminan mis ojos en la banqueta. Escucho las campanadas de una de las cientas iglesias que rodean el número 4 de esta calle.
Siento el sol, y me transporta en brincos a las mujeres que me dieron vida. Seguramente, al menos una mujer en cada una de estas generaciones, al menos una, hizo lo mismo que yo algún día: pararse en el quicio de la puerta, una media mañana de primavera, con el sol pegando en la cabeza, viendo la banqueta, la calle, y el edificio de enfrente.
Ahora es diferente: hoy domingo la calle tiene coches estacionados en paralelo a ambas banquetas, entre ellos el mío. Los franeleros apartan lugares en la calle con carcasas de computadoras viejas. Hasta con el pedazo roto de un escusado.

Todo esto pasó en segundos, todo vino a mi mente, en ese momento de paz acompañada de sol, de campanas, de vista y de presencia de otras vidas. Él me llamó dentro, y yo, sacudí las manos en el mandil que traía puesto, -tal como el de mi sueño del otro día-, y me sacudí éstos pensamientos, aunque en ese instante me arrepentí y detuve las manos a la altura de los iliacos: "¿por qué tengo que abandonar esos pensamientos?, puedo seguir trabajando en el taller, sintiendo todas esas vidas, todas esas presencias, a todas mis mujeres".

Cerramos puertas, ventanas, cubrimos con una tela negra cualquier presencia de luz.
Y revelamos el día anterior.
Hicimos magia.

Y en una foto, la gran mujer de los ojos verdes de Diosa enamorada, me capturó en el edificio de enfrente, sonriéndole a todas las mujeres que me veían desde el quicio de la puerta del número 4, sonriéndome igual.