domingo, 16 de septiembre de 2007

La silla frente a la empacadora






El aire frío, pero los rayos de sol se metían por la piel hasta los huesos. Frente a mi cientos de gaviotas volando sobre una empacadora.
A mis espaldas, mis hijos en un estanque cazando ranas y jugando con Mei Mei y Pie, dos enormes viejos pastores ingleses.

El faro


Faros que guían el camino de los marinos de regreso a sus hogares, a sus mujeres y a sus hijos. Decenas de faros en Maine. Este vi muy de cerca, con y sin neblina.

Dia nebuloso en Acadia


Primer amanecer en Acadia...tan lleno de nubes que apenas veía frente a mi nariz. Pero el sol si salió al día siguiente...

Maine y Campeche en la Ciudad de México


Dos dias en Maine bastaron para que nos enamoráramos.
El bosque en el mar, el mar en el bosque. Las algas, el llamado de las gaviotas, las "blueberries". El olor, el dulce frío. El llamado también de los pinos.
Tengo en la mesa de la sala una colección de estrellas de mar. Unas son de Veracruz, otras son del Atlántico alto (visto desde México...es decir, de las cercanías de Maine, o de Taddousac en Quebec), otra es de Campeche.
También hay caracoles del Golfo de México.
En el centro de la mesa, hay un plato hondo de ónix de Tecali, Puebla, y en él, piñas de pinos de Schoodic Peninsula en Maine.
Han soltado pequeñísimas semillas que hemos puesto entre algodones para que se desarrollen. Parece que tenemos un proyecto de escuela en la cocina.
Cuando se den, sembraremos uno en una maceta para tener un pino de Maine...
¿se dará un pino de Maine en un departamento en la Ciudad de México?
Sabremos en unos años.