
Dos dias en Maine bastaron para que nos enamoráramos.
El bosque en el mar, el mar en el bosque. Las algas, el llamado de las gaviotas, las "blueberries". El olor, el dulce frío. El llamado también de los pinos.
Tengo en la mesa de la sala una colección de estrellas de mar. Unas son de Veracruz, otras son del Atlántico alto (visto desde México...es decir, de las cercanías de Maine, o de Taddousac en Quebec), otra es de Campeche.
También hay caracoles del Golfo de México.
En el centro de la mesa, hay un plato hondo de ónix de Tecali, Puebla, y en él, piñas de pinos de Schoodic Peninsula en Maine.
Han soltado pequeñísimas semillas que hemos puesto entre algodones para que se desarrollen. Parece que tenemos un proyecto de escuela en la cocina.
Cuando se den, sembraremos uno en una maceta para tener un pino de Maine...
¿se dará un pino de Maine en un departamento en la Ciudad de México?
Sabremos en unos años.